Feminismos desde Nuestra América, sentipensarhacer comunidades, algunas preguntas a la experiencia analítica

“Las herramientas del amo, nunca desmontarán la casa del amo”

Audre Lorde

“No eres posible, pero sí poesible…” 

Renée Nevárez Rascón  

Este recorrido, se va destilando poco a poco, empezó en el 2013, cuando tuve el honor de ser alumna de la “Escuelita zapatista: la libertad según los zapatistas”, en la comunidad de Potoptik, Chiapas. Ahí, muchas experiencias transformaron mi camino, mi corazón y mi andar con otrxs. Compartiré una, que se entreteje con el trabajo en cartel.

Nos disponíamos a bajar el monte, hacia la tienda cooperativa de la comunidad de Potoptik. Margarita (quien fungió su trabajo como mi votán)  y yo; era medio día aproximadamente, digo “aproximadamente” porque durante esos días en tierras zapatistas, el paso de las horas no importaba, lo que interesaba era hacer los trabajos que teníamos que hacer; para ese momento ya habíamos trabajado en la cosecha del maíz, desayunado, bañado y estudiado, así que lo siguiente en el aprendizaje era visitar la tienda cooperativa…

Mientras bajábamos, veo a mi izquierda a Carlos, padre zapatista de 25 años, tallando la ropa en un lavadero grande de cemento que miraba hacia los enormes cerros del sureste, podía ver la gran cantidad de espuma que generaba, equivalente a la gran cantidad de ropa que tenía por lavar…enfrente de él, estaba Carlitos, su pequeño hijo de 3 años, sentado, tranquilo, viéndolo, contándole algo.

Al pasar por ellos, le digo a Carlos con enorme soltura: ¡Carlos, ya te pusieron a lavar la ropa!

Carlos, con una profunda ternura que hasta la fecha me estremece cuando lo recuerdo y que habita en lxs compañeros zapatistas, respondió: No, compa, lavar la ropa nos toca a todos, me sonríe y Carlitos lo observaba con enorme serenidad, como si él ya supiera lo que su padre acababa de enunciar, se trataba de un hacer incorporado.

Sentí una infinita vergüenza. 

En ese pequeño intercambio, se me había revelado la profundidad del patriarcado que me habita.  Debo decir que fue la radical ternura, la inmensa dignidad así como la incansable organización que experimenté en aquellos días,  lo que inauguró mi inquietud por construir otras formas de relación y de organización en comunidad, que rompan con lógicas de dominación, porque ahí en tierras zapatistas, experimenté que es posible. 

Otros mundos son po(e)sibles y hay muchxs que están haciendo cosas pequeñas que generan grietas; ahora gracias a la constitución del cartel, el inicio de este recorrido empieza a tomar forma. Por ahora, este texto pretende abrir la discusión de algunas de las problemáticas que estamos revisando.

Parto de la inquietud quemante por ubicar coordenadas, latitudes, para la localización de las problemáticas que nos atraviesan en la práctica y experiencia analíticas, cuya implicación me toca en las preguntas por la construcción de formas de reproducir la vida, eróticas y  economías libidinales otras que no respondan ni al capitalismo, ni a lógicas de dominación. En este camino me parece fundamental interrogar a los feminismos en tanto fuentes epistemológicas, prácticas y políticas que apuestan por cambios estructurales en los modos de organización de ciertos aspectos de la vida, al tiempo que es ineludible implicarse en los cuestionamientos que estos hacen al psicoanálisis. La inquietud por tamizar los feminismos surge a partir de escuchar ciertas posiciones, que proponen una lectura binaria, biologizante, individual, racista y clasista, que reproduce los modos de relación, organización y tejido de la colonialidad del poder, alejándose de la posibilidad de construir tejidos comunitarios que posibiliten constituir una opción práctica ante el capitalismo y la colonialidad.

Es por esto que, considero fundamental hacer este recorrido desde el sentir-pensar-hacer de la decolonialidad como manantial de experiencias y pensamiento crítico desde nuestra América, como fuentes de prácticas, epistemológicas y sentipensares pluriversales que a más de 500 años re-existen. 

Me interesa ubicar su entrecruce con el psicoanálisis, al reconocer que las problemáticas planteadas por la existencia o no de los patriarcados, el género y los feminismos, así como las diversas eróticas de dominación que éstos plantean y cuestionan, le atañen tanto al psicoanálisis como la colonialidad, puesto que, si adscribimos que la práctica y experiencia analítica consisten en un recorrido erotológico, ¿cómo no advertir las diversas formas discursivas y prácticas en las que éstas entraman las subjetividades?. Estemos advertidxs o no de ello, pero sobre todo ¿qué otras lógicas y prácticas son posibles/poesibles?

Es en este sentido que, algunas feministas decoloniales cuestionan los diversos universales planteados por el feminismo occidental: la existencia del patriarcado como sistema hegemónico de subordinación hacias las “mujeres”, el “género” como dimorfismo biológico moderno-colonial y recientemente el cuestionamiento al feminismo (occidental), como proyecto fundado y correlativo de la modernidad, que entrona a “la mujer (biológica, blanca, con privilegios de clase)” como el sujeto político hegemónico emancipador de las diversas problemáticas sociales, fundamentalmente cuando de trata de territorios que han sido colonizados y en los que el feminismo se transmite como el proyecto político único para las mujeres.

Intentaré desplegar brevemente estos puntos con la finalidad de argumentar, por qué es necesario interrogarnos estos planteamientos. Partimos entonces del cuestionamiento del patriarcado, como sistema opresor universal de las mujeres.

De acuerdo con la antropóloga Maya-Kaqchikel Aura Cumes, actualmente contamos con cuatro posturas alrededor de la existencia del patriarcado: por un lado la postura de Rita Segato (2014) quien plantea que todos los mitos de origen subordinan a todas las mujeres, en este sentido el patriarcado sería concebido como un mito universal de opresión de los hombres hacia las mujeres, lo que aseguraría que todas las sociedades son patriarcales. En segundo lugar, tenemos la propuesta de Silvia Federici (2013) quien propone que el patriarcado es un sistema histórico y de la mano con los procesos de producción, la instauración del sistema patriarcal está ligada a la necesidad de implantar modos de producción en donde se perpetúa la propiedad privada y la familia como célula de la clase burguesa, en este sentido habría por parte de Federici la necesidad de historizar el patriarcado. En tercer momento contamos con la propuesta de que el patriarcado y su clasificación social es consecuencia de la colonización, propuesta por María Lugones (2008) y en la que se adscribe la misma Cumes y por último, la propuesta del feminismo comunitario que plantea un entronque de patriarcados, es decir, existe un patriarcado ancestral y uno occidental que se entrecruzan al momento de la colonización, en esta postura encontramos a feministas comunitarias como Julieta Paredes (2010). 

Partiendo de estas diversas propuestas en relación a la existencia del patriarcado, tomaré algunas de las preguntas planteadas por Aura Cumes como senderos abiertos para la discusión: ¿El patriarcado es un sistema de dominio universal?, las sociedades definidas como no occidentales ¿también son patriarcales? y agrego una ¿existirían otras formas de organización social no patriarcales?

Estas preguntas, marcan el ritmo para nuestros siguientes pasos, si el patriarcado es un sistema de opresión de hombres hacia mujeres, tenemos que preguntarnos ¿siempre ha existido esta división sexo-genérica como fundamento de la opresión y dominación, para la reproducción de un modo particular de relaciones sociales? de esta pregunta se ocupa en un primer momento Oyèronké Oyěwùmí, académica feminista nigeriana en su texto la Invención de las mujeres, en donde a partir de un recorrido puntual, la autora nos muestra cómo y por qué se implantó el género en la sociedad Yorùbá del suroeste de Nigeria (colonizada formalmente por los ingleses de 1862 a 1960) como un modo de dominación colonial, no voy a abordar a profundidad los planteamientos imprescindibles de Oyěwùmí, pero pondré sobre la mesa que gracias a su texto podemos cuestionar la invención de la categoría mujer, como una clasificación surgida en occidente derivada del pensamiento científico y la mirada como registro privilegiado, llevada como arma de colonización, con la finalidad de modificar las estructuras sociales existentes, que como nos muestra la autora no estaban determinadas por el sexo-género, sino por la “senioridad”, jerarquía situacional de la sociedad Yorubá, en este sentido “anamachos” y “anahembras” como ella les nombra, distribuían el poder sin que la diferenciación anatómica entrara en juego: 

Yo planteo que tales suposiciones derivan del hecho de que en las sociedades occidentales los cuerpos físicos siempre son cuerpos sociales. En consecuencia, no hay una distinción real entre sexo y género, a pesar de los esfuerzos de las feministas para distinguirlos. En Occidente, las categorías sociales tienen una larga historia de encarnamiento y, por lo tanto, de engeneramiento. Según la antropóloga Shelly Errington, “el Sexo (con S mayúscula) es el sistema de género de Occidente”

Este planteamiento hecho por Oyěwùmí, es retomado por la filósofa, activista feminista María Lugones en su texto fundante para el feminismo decolonial, Colonialidad y Género (2008) en el que elabora en qué consiste lo que ella nombra “el sistema moderno-colonial de género” y busca hacer visible lo instrumental de su uso en el sometimiento tanto de hombres como de mujeres de color en todos los ámbitos de la existencia, materializado en relaciones de dominación, explotación y conflicto, retomando por supuesto la propuesta de Aníbal Quijano y la colonialidad del poder, para dar un giro que consiste en enunciar que las relaciones sociales en términos de género no tienen por qué ser, ni heterosexuales ni patriarcales y esto dice ella es una cuestión histórica. Propone al género como otro de los ejes estructurales de la colonialidad del poder y su lectura a partir de la interseccionalidad para visibilizar que las distintas opresiones están entramadas, no son equivalentes unas a las otras y dependen también de la racialización. Desde la lectura crítica de Lugones, el género no es asignado a todxs por igual, ya que desde la colonialidad existen humanos y no humanos, es decir mujeres más mujeres que otras por ser racializadas y empobrecidas: 

Como ya he indicado, la autodenominación mujer de color, no es equivalente a, sino que se propone en gran tensión con los términos raciales que el Estado racista nos impone. A pesar de que en la modernidad eurocentrada capitalista, todos/as somos racializados y asignados a un género, no todos/as somos dominados o victimizados por ese proceso. El proceso es binario, dicotómico y jerárquico.

Es gracias a María Lugones, que se pudo enunciar que no bastaba con posicionarse desde el feminismo, sino que había que cuestionar los otros entramados de poder (raza y clase) que reproducen al sistema moderno-colonial, así como buscar (como era su intención) visibilizar porqué el género particularmente sirve a esto, al conseguir la indiferencia de los compañeros hombres explotados, dominados, racializados hacia la violencia a las “mujeres” racializadas y empobrecidas, abonando a una división que deriva en la dificultad de construir un proyecto político que pudiera poner en verdadera tensión a la colonialidad del poder, algo que tiene como antecedente al feminismo negro, popular, al feminismo poscolonial y al estructuralista.

Hay que decir que el feminismo decolonial, está de la mano con las luchas, resistencias populares y comunitarias en el territorio conocido como América Latina y el Caribe, por lo que su posicionamiento crítico no puede descuidar que el feminismo como proyecto político emancipatorio de “todas las mujeres” es un proyecto surgido en europa, como pretendida matriz epistémica y por lo tanto tiene aspectos que sirven a la modernidad, como la invisibilización de las diversas narrativas, culturas,luchas y experiencias de aquellos cuerpos nombrados mujer desde otras lógicas, como las comunales.

Es así como llegamos a las propuestas de feministas decoloniales como la filósofa, escritora e investigadora feminista, antirracista y descolonial dominicana, Yuderkis Espinosa, quien propone que el feminismo descolonial: se trata de un movimiento en pleno crecimiento y maduración que se proclama revisionista de la teoría y la propuesta política del feminismo dado que considera su sesgo occidental, blanco y burgués, se trata de realizar una “crítica crítica” al feminismo occidental sin descartar sus aportaciones, que como movimiento político pretende hegemonizar y englobar a la mujer como único sujeto político emancipador en relación al patriarcado como único sistema dominante, pero no cuestiona ¿por cuáles mujeres habla?, ¿es ésta la principal preocupación política de todas las mujeres?, ¿El feminismo es la única alternativa política actual para las mujeres?, ¿A quiénes está dirigido? Un claro ejemplo fue el paro convocado para el 9M. 

De manera masiva, se transmitió el paro de labores, cuidados, afectos, etc de las mujeres, con la consigna: ¡PARAMOS TODAS!, inmediatamente comenzaron a circular propuestas desde el replegarse en los hogares, ausentarse de los cuidados, trabajos, dedicar ese tiempo a la reflexión individual con hierbas, con las amigas, etc. un cierto ostracismo, hasta el “desaparecer” masivamente de las redes sociales, como una forma de lanzar una queja: ¿qué pasa si nos ausentamos? aludiendo a las desaparecidas y asesinadas. Ante esta propuesta, el feminismo decolonial pregunta ¿quiénes pueden parar?, ¿se trata de un paro convocado por mujeres de clase media-alta, que no penden de un salario? Cuando los paros laborales, tienen su origen en las fábricas y tiene la finalidad de poner en tensión la acumulación de plusvalía por parte de los patrones.

Escribo esto advertida de mi posición privilegiada y  atravesada por las consecuencias de ciertas lógicas y prácticas,  que gracias a ese feminismo que hoy busco poner en tensión, he podido cuestionar y desmontar en algunos casos, afortunadamente. Como plantea Yuderkis, el desandar el camino de ciertos feminismos plantea angustia a cualquiera que en primer lugar se diga “feminista” y que reconozca que los feminismos nos son necesarios, pero que también si aspiramos a realmente cuestionar el entramado colonial de poder, debemos cuestionar…se trata de un movimiento en constante creación y aprendizaje no sin pérdidas, partiendo del sentipensarhacer.

Mi planteamiento es que el feminismo blanco como fuente epistémica y práctica, refuerza y empodera a un sujeto particular, a partir de la construcción de una erótica de dominación en donde las mujeres, (entendidas como aquellas fundamentalmente biológicas, asignadas con el sexo-género mujer) se colocan en un lugar de amo, bajo el discurso de “la mujer empoderada”, crítica al machismo (asignado fundamentalmente a los hombres) sin hacer una crítica de las condiciones de clase, raza y sexualidad. O cómo víctima, es decir (como único sujeto legítimo oprimido). Es a partir de este discurso y sus prácticas que  lejos de apuntar a una lógica/práctica emancipatoria, el feminismo occidental que se transmite masivamente, reproduce no sólo los estragos del patriarcado que por supuesto nos interpela de distintas formas, sino que ignora las implicaciones de la racialización, el empobrecimiento y la exclusión de ciertos cuerpos (trans) para el sostén del capitalismo.

Si el psicoanálisis busca en su práctica, desmontar en la experiencia analítica cualquier lógica de dominación, esto, nos interpela. 

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