Habías imaginado muchas veces el lugar de tu salto. Te decías: Ya existe. Cuánto más profundo era entonces el placer, cuánto más exigente la necesidad, más difícil de satisfacer. Ese lugar único existía, tenía ya calles por las que se podía transitar.
El libro de las caídas
Pero este discurso debe estar situado siempre en el horizonte de la subjetividad de una época: “Seamos muy contemporáneos” insistía (Lacan), “¿por qué jamás hemos visto invención de jóvenes en psicoanálisis?
En suma, con respecto a los psicoanalistas y al discurso psicoanalítico, el pase se inventó para impedir una producción estancada, dice Lacan, para evitar “quedarse en la menopausia”
José Attal
¿Qué es lo que posibilita una caída?, ¿Qué inaugura?, ¿Qué muestra su carácter de inevitabilidad?, ¿De toparse de frente con el vacío?
Este escrito está inaugurado por una caída, por algunas pérdidas y un salto porvenir…en el filo del trampolín. ¿Recuerdan la primera vez que saltaron de un trampolín a una considerable altura, la suficiente para sentir temor?, el vértigo, la detención, el arrepentimiento de haber subido todas esas escaleras, las manos sudorosas, el flashazo de sentirse de repente profundamente vulnerables y solos ante ese salto…
Cada uno de los aquí presentes experimentamos una pérdida en común, aunque con singulares efectos, perdimos una comunidad que al final de la partida se desvió de sus funciones y motivaciones para existir, eso, precipitó una toma de posición en relación a nuestro lazo con el psicoanálisis y su pretendida transmisión, así como la relación con el cartel como un dispositivo de una escuela inexistente pero palpitante…en nosotros, escuela como dispositivo y forma de hacer con la diferencia.
Los cuatro, el número exacto como indicaba Lacan, fuimos los suficientes para sostener el cartel marchando, navegando, andante…y ahora, dando conclusión al trabajo de casi 2 años, afortunadamente, justo a tiempo. Les agradezco a ustedes su interés y a mis compañeros por avivar el fueguito del deseo cuando fue necesario. Pero además, como alguien que experimenta el psicoanálisis de forma centralizada, agradezco particularmente la generosidad de Carlos y el interés de ustedes por acompañarnos para tejer juntas y juntos preguntas en torno al pase, como aquel dispositivo inventado por Lacan un poco misterioso y opaco.
La nominación de Francis Hofstein fué la última que otorgó el jurado de acuerdo de la EFP, antes de la disolución de la escuela que fundó Lacan, pero acaso ¿todos los análisis culminan en el deseo de ocupar el lugar del analista? en su libro “el pase de Lacan”, Francis escribe:
No todas las analizantes, por fortuna, se hacen psicoanalistas ni mezclan su historia con la historia, ni intercambian su psicoanálisis por el psicoanálisis, Terminan su cura como pueden, cuando aquellos que han llegado con la finalidad de convertirse en analistas y aquellos cuyas ganas surgieron en el camino van a intentar el paso de la escucha de ellos mismos a esta escucha singular que exigen las demandas de análisis que se exponen a recibir, incluso a reclamar. Y emprenden su permanencia en el psicoanálisis y el desplazamiento de su transferencia psicoanalítica, al menos en parte, de su analista a sus analizantes. Este pasaje es lo que Lacan quiso esclarecer al proponer el pase.
Y bueno, aquí estamos algunas/os a la/os que el psicoanálisis nos mordió como planteó Allouch a tal punto de desear practicarlo, leerlo, trabajarlo, dar cuenta de él… y por lo tanto darnos algunos raspones, algunas caídas, tropezones, realizar algunas pérdidas y caminar ese pasaje, en el que el Pase se vislumbraba como una forma de hacer con lo que a alguien le sucede al final de su análisis con el psicoanálisis, es decir que el pase como un dispositivo que concierne a quienes desean practicarlo.
El dispositivo del pase inventado por Lacan surgió en un momento específico del desarrollo del psicoanálisis en Francia, momento en el que la forma de conducir los análisis y su transmisión se encontraba constreñida por la IPA institución que limitaba a las analistas en formación de poder elegir en libertad su transferencia.
La IPA ponía en el centro de la formación una estructura de institución académica en la que había 3 ejes fundamentales, los seminarios de formación, el análisis personal con alguno de los analistas de la institución y la supervisión con otro analista de la institución, todo esto asignado de un listado ya establecido sin posibilidad de elegir libremente su transferencia. Como es conocido por algunos, Lacan no encajó muy bien en esta forma de trabajo en torno al manejo y administración de las transferencias, así como uno de los aspectos más chocantes para la IPA que fueron las sesiones de tiempo variable. Forma de tratar el tiempo en el análisis que rompía con la noción estándar de los 45 minutos de sesión y que ponía sobre la superficie al inconsciente regido bajo un tiempo lógico.
Esta diferencia llevó a la IPA a buscar la restricción de la práctica de Lacan y el hostigamiento hacia sus analizantes, lo que derivó en su salida y en su búsqueda de creación de otra escuela y otra forma de trabajar psicoanálisis.
El acto/acta de fundación de su escuela y su proposición del 9 de octubre, fue una respuesta ante la institucionalización del psicoanálisis, la conformación de su escuela fue una invención y el pase fue una forma de hacer de Lacan con las problemáticas que aquejaban al psicoanálisis de su época: la estandarización de las sesiones, la noción de la contratransferencia como una distancia del analista de su propia implicación en los análisis, la apuesta iniciada por Freud de que el análisis sería un ejercicio interminable y la pregunta quemante sobre ¿qué autoriza a alguien para practicar el psicoanálisis?, es decir, ¿se trata de un título?, ¿de una finalización de estudios?
Ahora bien, ¿Hemos reparado en cómo lo ocurrido en la francia de hace 57 años empapa, trasmina y crece en el psicoanálisis que practicamos actualmente? incluso en nuestros territorios castellanizados, ¿en la forma en la que se nos transmite?, ¿en las comunidades a las que nos adherimos?, ¿Hemos tomado nota de cómo ciertas prácticas de las instituciones y comunidades analíticas replican las lógicas de la milicia y la familia pequeño-burguesa?, ¿cuántas instituciones actualmente continúan practicando la asignación de analista mediante un listado sin dar lugar a la libertad de quien desea analizarse de hacer su propio trabajo de búsqueda, de ubicación de sus transferencia?, ¿cuántas agrupaciones analíticas se sostienen gracias a lógica del grupo y su poder homogeneizante?, ¿por qué tanto temor a la libertad? o ¿para qué administrar la transferencia?, me parece que una de las motivaciones es económica, desde que se inventaron la policlínicas en la época de Freud, el psicoanálisis recurrió a un modelo institucional, cuya intención en un primer momento era acercar el psicoanálisis a las clases más bajas y que con el tiempo ha dado pie a un modelo empresarial que sigue replicándose.
Han transcurrido 57 años, desde que Lacan leyó en público a los miembros de su escuela la “Proposición del 9 de octubre” y 46 años de su primera publicación en 1978 en Analytica, suplemento de la revista Ornicar editada por Miller. Después de su salida de la IPA, Lacan se enfrentó a una problemática que cuestionaba directamente la práctica analítica y la proposición del 9 de octubre, es un intento de responder a la pregunta por cómo dar cuenta del pasaje de analizante a analista.
La proposición que nosotros tomamos es la impresa en los Otros escritos, hemos de destacar que existen 3 versiones de ella, ésta que se encuentra en los escritos nos convoca y nos reúne el día de hoy a quienes nos interesamos por la formación psicoanalítica, por la terminación del análisis, por el pase y por supuesto por aquel campo que inauguró Freud y que cultivó Lacan, que es lo inconsciente.
Hace casi 2 años empezamos a trabajar en relación al pase, aquel dispositivo inventado para responder a la pregunta de cómo dar cuenta de lo que ocurre en una experiencia de análisis llevada hasta sus últimas consecuencias, cuando una de esas consecuencias es la eclosión del deseo de ocupar el lugar del analista… y agregaré algo más, cuando ese deseo de ocupar el lugar del analista lleva a alguien a desear sumarse a una comunidad o escuela y dar el paso de cierto “uno a uno” de la historia personal (aunque estemos advertidos que se trata de 3) que se juega en un análisis hacia un “con otrxs”, dar el salto hacia una forma de lazo que esté en función del trabajo, de los dispositivos, de posiciones en torno a lo que nos interpela como practicantes del psicoanálisis. Alguna comunidad que opere con la castración, abajada en relación al poder y al saber.
Este concepto de “abajarse” es de Gloria Leff, en su escrito Juntos en la chimenea, en el que habla de cómo ese abajarse es una posición en relación a la transferencia, una posición en la que la analista no se coloca desde el saber y el poder sino desde la castración.
He aquí la primera caída.
En la historia del psicoanálisis occidental las agrupaciones e instituciones, comparten el fracaso en torno al cómo los analistas hacen uso y manejo del poder y del saber en esas comunidades, las instituciones, las escuelas psicoanalíticas han fracasado cuando se trata de la forma en la que los analistas hacen lazo entre ellos y en su disputa con/por el poder y el saber. Sucedió en la SFP (Sociedad freudiana de París), en la IPA, desde la exclusión de los analistas homosexuales, hasta la persecución cuasimilitar que vivió Lacan como practicante atípico y novedoso. No vamos a hacer un recuento de toda esta historia, pero eso forma parte de nuestra historia, la historia de una práctica que compartimos, mi posición es que no podemos partir del criterio occidental del punto cero y suponer que esa gran historia no nos corresponde, no nos toca, no nos atraviesa. Como apunta Santiago Castro Gómez en la hybris del punto cero, el pensamiento occidental-colonial se caracteriza por su sesgo a-histórico, científico y de pretensión de objetividad. Se trata entonces de analizar como esas grandes historias, atraviesan las pequeñas historias, ahí radica lo político del psicoanálisis como apunta Jean Louis De sous.
Por mi parte, me he preguntado si eso que ha acontecido en la europa del psicoanálisis está en relación a una colonialidad, es decir de una lógica occidental, en la que en primera instancia la comunidad es entendida como una agrupación de personas individuales, como un conjunto, si tiene que ver con una dificultad occidental de sentipensar el nosotros.
En nuestra memoria histórica contamos con diversas experiencias de lo que es una comunidad, muy alejadas de la noción occidental, existen experiencias en nuestros territorios en donde la comunidad es en realidad una lógica de operar en los lazos sociales, apostando a poner como medio de intercambio el trabajo y los afectos en acto por el desarrollo de proyectos en común, el apoyo mútuo, es decir se coloca en el centro un objeto en común que hace de bisagra que media las posibles tensiones personales.
Así la primera caída, ocurrió cuando quedé advertida de la facilidad en la que una comunidad se torna a una lógica de grupo.
Esta caída se transformó en pérdida y posibilitó que me preguntara:
¿Comunidad de qué tipo?, ¿Comunidad con qué calidad de lazo?, ¿Con qué dispositivos para acotar las prácticas imaginarias, narcisistas y grupales?, ¿comunidad para qué?
En el opúsculo de la primera revista de Artefacto dice lo siguiente: comunidad analítica (no se dice: “de psicoanalistas”; cada uno de ellos es sólo localizable por su operación) que haga posible al psicoanalista soportar su lugar.
Es decir, no hay analistas dentro de la comunidad sino que hay comunidad analítica, ¿Qué quiere decir esto?, que en primer momento el psicoanálisis no está personificado, sino que opera en relación a que quienes la constituyen trabajen en torno a las problemáticas que constituyen la práctica analítica, así como una comunidad en la que se le dé lugar a las sustancias más delicadas de nuestra práctica, como son las formaciones del inconsciente y la transferencia. Me refiero a ellas como sustancias para devolverles y enfatizar su carácter pulsional y carnal, que es lo más frágil, pero también lo más explosivo.
Por otro lado, estar advertidos de que no hay ser del psicoanalista es fundamental para que la comunidad analítica pueda ser viable, en su libro Francis puntúa:
No hay ser del sujeto. Tampoco del psicoanalista. A la vez que es necesario serlo, psicoanalista, cuando se lo demandan. Serlo para ese otro que se involucra en su psicoanálisis. Serlo en el ejercicio de lo que es con todo un oficio, ya sea que se trate de escucha, de palabra, de interpretación, de escritura de toda situación hay otro.[…] de donde resulta que para ser analista para sus analizantes, es preciso seguir siendo analista de sí mismo, como Lacan se decía psicoanalizante, al sostener su seminario.
Estas son condiciones de posibilidad para que una comunidad analítica pueda operar, asumir que no hay ser del analista, dar lugar a lo que se juega de inconsciente en cada uno y trabajar en función a un objeto en común.
Una comunidad analítica se puede constituir en una escuela, ¿cuál es la diferencia?, pareciera ser que ella radica en la formalización de los dispositivos de trabajo como son el cartel y el pase, así como la intención de sostener el estudio y transmisión del psicoanálisis.
Así, el pase es en tanto que está articulado a/por una comunidad psicoanalítica que busque la renovación de lo concerniente a la experiencia analítica, la “clínica” que de ella se deduce y la construcción problematizada de su doctrina…
Entonces, puede existir una escuela sin pase, pero no un pase sin escuela, puesto que éste es un dispositivo de escuela, (pequeño disclaimer) si existen dispositivos de pase interinstitucionales, sin embargo eso nos enfrenta a otra problemática, que es la de ¿cómo cada escuela piensa el final de análisis? (jajaja es un desmadre)… pero ¿escuela para qué?
En el opúsculo de la revista Artefacto, dice lo siguiente: La escuela no puede omitir que se constituyó, en su reunión inicial, por una opción deliberada de sus miembros: la de una incitación hecha por algunos a algunos, sobre la base de un lazo de estima y de amistad, sin que nadie, para cada una de esas cooptaciones, haya creído deber utilizar lo que le era ofrecido a todos y cada uno como derecho de veto. La estima se refiere al trabajo; la amistad ratifica que las relaciones llamadas de rivalidad fraterna no se encuentran en posición dominante.
La escuela como la conformó Lacan, se basó en la elección intencionada de sus miembros, elección que tenía como base preponderante la amistad, como forma de lazo que posibilita y viabiliza que la rivalidad fraterna no sea una posición dominante dentro de la escuela, al mismo tiempo las, los miembros no hacen uso de su poder de voto para impedir o vetar a otro, es decir, se trata de una comunidad, una escuela en función de la construcción, del cuidado del otro y del cuidado de la libertad, me parece. Durante este recorrido, hemos recibido en algunas dos o tres ocasiones la frase más o menos similar de que el pase es para gente joven, para los jóvenes analistas…(jajaja)yo no sé mis compañeros, pero al escuchar esa frase siempre pensé a caray en qué momento quienes practicamos psicoanálisis le damos más peso a la edad que a la jovialidad del alma o a la renovación de la experiencia, pero por otro lado, se nos presenta la inexorable realidad de que nosotros, los así llamados jóvenes dependemos de los ancianos, de los más experimentados, es decir el pase, el nuestro es de jóvenes que necesitan de los analistas que ya han finalizado su análisis y han conducido a otros al final. He aquí una de las vulnerabilidades del dispositivo. En las comunidades originarias existe una figura que se llama consejo de ancianos quienes posibilitan el relevo generacional. Nosotros nos hemos topado con que el pase está en desuso, pero además con que la invención por parte de los jóvenes es difícil de encontrar.
En el 2013, fui invitada a la “escuelita zapatista: la libertad según los zapatistas” durante dos semanas viví con una familia zapatista, no leí casi nada, aunque sí teníamos libros de texto y mi votán era muy estricta en que leyera mis lecciones diariamente, con el paso de los días, caí en cuenta de que el “aprendizaje” estaba en la experiencia misma, en los cafés de la mañana, en el cultivo de la milpa, en la forma en la que el compañero Carlos peinaba a su pequeño hijo, es decir eso que inauguró en mí como una posición en torno al otro, fué consecuencia de la experiencia del encuentro con esa radical diferencia, diferencia del lenguaje, de lógica en relación al otro y a lo otro, diferencia en relación a lo personal y lo común, lo colectivo y lo comunitario, es la experiencia del encuentro radical con la diferencia lo que hizo un profundo efecto, un sendero para sentipensar lo concerniente a las comunidades y los lazos. Pero además, al llamarla escuelita y no escuela, las y los zapatistas, apuntar a agujerear esta pretensión occidental de los grandes gestos, los grandes actos y las grandes instituciones, es pequeña pero profunda, lenta que de paso constante.
Por mi parte, ahora busco algo chiquito, quiza una pequeña comunidad, una pequeña escuelita o nuestra pobre escuela-Como dijo Lacan- puede ser el comienzo, el punto de partida de una renovación de la experiencia para proseguir con la transmisión del psicoanálisis, pero ¿de qué psicoanálisis se trata? Deseo que se trate de un psicoanálisis que esté a la altura de su contemporaneidad. Puesto que: el psicoanálisis depende de aquel que debe ser llamado psicoanalizante y quizá ahí otro efecto de este caminar en pequeño, darle todo el peso al acto de recibir transferencias, que es que nuestra práctica depende de nuestros analizantes, depende del lazo con el otro, de su radical diferencia y ahí estamos…nosotros pequeños también.
el pase como mito?, para qué el pase? qué criterios para dar o no el jurado de acuerdo a la nominación?, cómo es que el pase se transmite como un deber? éxito o fracaso? sancionar, juez? no es necesario el otro?
el pase es un dispositivo de escuela, de cuando alguien quiere adherirse también no a un otro, sino a una comunidad. el testimoniar en el pase como efecto de lo que ocurre al finalizar un análisis