Carta a los 51 analistas révoltés (rebeldes) escrita por Françoise Doltó

El 27 de mayo de 1953, Françoise Dolto escribiría esta carta dirigida a los 51 analistas révoltés (rebeldes) de la SPP que no estaban de acuerdo con algunas de las modificaciones que se pretendían dar en el instituto, entre ellas que acataran reglas, condiciones y cuotas sin hacérselas de su conocimiento, además de un factor crucial que implicaba restringir la libertad para elegir psicoanalista.
Otra cosa es que se pretendía estandarizar el tiempo de duración de las sesiones, los famosos 45 minutos. Mientras que Lacan, Doltó y Lagache comenzaban a sostener la noción de “tiempo variable” como parte de la práctica y técnica analítica. No es cualquier cosa, lo que se puso en juego fue la libertad.
Es por eso que hoy compartimos esta carta que hasta el día de hoy nos conmueve y nos alienta para buscar construir condiciones para sentipensar el psicoanálisis en libertad.

 

¡Saludos afectuosos!

 


27 de mayo de 1953

 Estimada Señora, estimados camaradas y confratres,

 Estoy conmovida por sus dificultades con la dirección del Instituto de Psicoanálisis que me da a conocer el pequeño manifiesto firmado por 51 de ustedes. La enseñanza está hecha para los alumnos y no los alumnos para la enseñanza. Todo lo que ustedes piden me parece absolutamente exigible por aprendices de psicoanalistas.

 Antes de entrar a una sociedad se deben conocer las reglas y antes de aceptar las reglas se debe saber si ellas colaboran al servicio de la finalidad que uno se propone al entrar en esta sociedad. Parece que ustedes han resentido la actitud de la dirección del Instituto como un conjunto de vejaciones o al menos como obligaciones arbitrarias que tenían como objetivo medir vuestro umbral de sumisión.

 Ocurre que son ustedes 51 que no se sienten inclinados a aceptar un abandono de vuestros derechos y de vuestros deberes de futuros psicoanalistas, poco inclinados a aceptar una dirección paternalista coercitiva, y yo los felicito. Estoy segura de que la alta calidad de vuestra reunión, vuestro valor colectivo y el valor individual de aquellos que personalmente han tenido que vérselas con nuestros confratres del Instituto sirven a la causa del Psicoanálisis en Francia.

 Si la dirección del Instituto no toma en cuenta vuestra reacción y no modifica su actitud, es porque estará negando el principio de realidad y que el mito del padre muy sádico exige todavía hijos débiles y masoquistas.

 Mi voz tiene muy poca importancia, pues ustedes conocen hasta qué punto mi manera de trabajar es interpretada diversamente en un grupo que parece más religioso tradicionalista que científico, mástemeroso de perder derechos de exclusividad — ideal forzosamente estático — que de ponerse al servicio de los hombres vivos, móviles en un mundo móvil.

 Esta carta, en respuesta a aquella que recibí de ustedes, es para asegurarles mi estima y la acogida que le doy a su muy legítima protesta, y, si puedo apoyar en alguna ocasión oficial, en colaboración con mis amigos antiguos de la Sociedad, vuestras reivindicaciones, sepan que lo haré.

 A ninguno de ustedes, a partir del momento en que han sido admitidos en análisis didáctico, debe estarle bloqueada la vía de la realización social.

 Nosotros debemos ser numerosos en el trabajo, pues hay mucho qué hacer. Vuestra formación puede ser excelente sin ser uniforme. La originalidad de cada uno de entre ustedes es vuestra más preciosa cualidad y la libre elección de vuestro analista didacta y de vuestros controladores debe ser reglamentariamente la base de partida de toda enseñanza de un candidato al psicoanálisis, las influencias personales afectivas son absolutamente humanas y deben seguir siendo libres, pero no deben redoblarse con influencias materiales coercitivas que son el peso de voces — en las decisiones que los conciernen a ustedes — que por definición estatutaria desafortunada no son voces libres.

 La teoría psicoanalítica, si bien debe ser enseñada en su forma primera y en su estado actual más defendible científicamente según los trabajos mundiales, no debe detener nuestros pensamientos ni nuestras investigaciones. Es una base segura de trabajo porque nos hacen falta hipótesis de trabajo para guiarnos, pero servirse de una teoría no es creer en ella como se creería en un mito. Ella sólo tiene valor si con ella las reacciones espontáneas inexplicables se nos vuelven explicables y por ese hecho manejables con miras a una mayor libertad de dirección a través de nuestra condición humana.

 Este manejo no puede jamás incumbir a nadie más que a nosotros mismos y, ustedes lo saben, si bien el psicoanalista hace un trabajo con miras a curar problemas afectivos psíquicos o físicos, jamás cura directamente a su paciente. La transferencia necesaria para “referenciar” al sujeto en psicoanálisis, debe vivirse en un humano socialmente integrado exteriormente, y fraterno en su actitud anterior con todo lo que esa palabra implica de sentimiento de igualdad de valor humano entre el psicoanalista y el psicoanalizado.

 La actitud lúpica (de lupus – lupi, el lobo) para hacer alusión a las etimologías caras a mi maestro Pichon, no es aquella de los psicoanalistas con sus enfermos ni con sus alumnos.

 Pues, respecto de ustedes, nosotros no somos maestros, sino testigos que han trabajado algunos años antes que ustedes, y nuestra enseñanza no tiene valor, no es utilizable para ustedes, salvo si nosotros les transmitimos el fruto de nuestra experiencia personal. Debemos comprometerlos a confrontar esta experiencia con aquella de otros que trabajan, también ellos con toda su personalidad y transmitiéndoles el testimonio.

 Ninguno de nosotros puede alardear de poseer la ciencia, admitiendo incluso que se sienta que ha llegado para él mismo al máximo de sus posibilidades de comprensión y a la mejor puesta a punto de su técnica. No es deseable que los alumnos “incorporen”a su maestro, incluso menos que un maestro “incorpore” o “perfunda” a alumnos en ambos casos beatamente receptivos.

 Trabajemos con la misma finalidad, en común o no, si la manera de trabajar de uno parece compatible con la de otro, pero sepamos que colaboramos en una misma obra y que los jóvenes que se forman deben sacar el máximo provecho de la experiencia de todos sus mayores, con la finalidad de construir su propia personalidad y colaborar a su vez con el trabajo en común. 

Francoise Dolto

Françoise Dolto carta a los 51 analistas révoltés (rebeldes)
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